
La energía que necesita el organismo para funcionar es aportada en mayor o menor medida por los macronutrientes que contienen los alimentos y en ausencia de éstos la energía se obtiene por la degradación de los tejidos corporales. Los macronutrientes (proteínas, lípidos e hidratos de carbono) son compuestos esenciales que son ingeridos en mayores cantidades (gramos) que los otros compuestos de la dieta como los micronutrientes (vitaminas y minerales) medidos en mg o μg. Los macronutientes son los únicos que nos proporcionan energía, aparte de cumplir con otras funciones en el organismo.
Los hidratos de carbono y las proteínas nos aportan 4 kcal por gramo y los lípidos 9 kcal/g. El alcohol no es un nutriente pero produce energía metabólicamente utilizable, aportando 7 kcal/g. En el caso de la fibra nos aporta 2 kcal/g.
La unidad de medida que se usa para el cálculo de la energía es la kilocaloría (Kcal). Aunque kilocalorías y calorías no son unidades iguales (1 Kcal = 1.000 cal o 1 caloría grande), en el campo de la nutrición estos términos se utilizan como sinónimos.
Por tanto, el valor energético o calórico de un alimento es la energía que se suministra al organismo por la oxidación de hidratos de carbono, lípidos, proteínas, fibra y alcohol. Todos los alimentos proporcionan energía al organismo en mayor o menor medida dependiendo del contenido en macronutrientes y en alcohol. Las excepciones serían el agua y la sal, que no aportan energía.
Las necesidades energéticas de un individuo son la cantidad de energía que se necesita para compensar el gasto basal (metabolismo basal), considerado como el consumo de energía para el mantenimiento de las funciones vitales del organismo (continua renovación de estructuras corporales, circulación sanguínea, respiración, etc.), la termogénesis inducida por la dieta (que es la energía necesaria para llevar a cabo los procesos de digestión, absorción y metabolismo de los componentes de la dieta tras el consumo de alimentos en una comida) y la actividad física que se realiza. Esta última será fundamentalmente la que determine las diferencias entre individuos similares.
Las necesidades energéticas de una persona dependerán, por lo tanto, de múltiples factores:
— La masa celular activa: que es equivalente a la masa muscular magra, ya que la masa grasa carece prácticamente de actividad metabólica. Por tanto, es mayor el gasto energético de la masa muscular magra que la de la masa grasa.
— La edad: a mayor edad del individuo menor será el gasto calórico, por la disminución de la masa magra y de la regeneración de los tejidos, principalmente.
— El sexo: las mujeres, debido a que suelen tener más tejido adiposo que los hombres, tienen menor gasto calórico. Las oscilaciones entre un hombre y una mujer de peso y talla similar puede ser de un 10%.
— El descanso (sueño): disminuye el gasto calórico alrededor de un 10%.
— Las situaciones especiales: el embarazo, la lactancia, el estrés y ciertas patologías pueden aumentar el gasto calórico.
— La temperatura: las variaciones de temperatura extrema influyen notablemente las necesidades energéticas. En los trópicos, al aumentar la temperatura, el metabolismo basal puede disminuir hasta un 10%.
— El ejercicio físico: el propio ejercicio físico aumenta en el momento el gasto calórico. Además, las personas que practican de forma habitual deporte tienen más masa muscular y por lo tanto su gasto calórico es mayor.
Las recomendaciones diarias de energía están calculadas para cubrir las necesidades de la persona según las características antes citadas. En este libro, el aporte de energía calculado por cada alimento se ha comparado con las recomendaciones diarias de energía para un hombre o mujer sano con edad comprendida entre 20 y 39 años con una actividad física moderada.
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